El reino de España nunca va a pedir perdón por lo que hizo en América. Madrid tiene la intención de ser la capital de esa Iberoamérica que ellos mismos inventaron y además, pretende hacerle creer al Mundo que los conquistadores genocidas, que comenzaron a invadir, saquear, violar, esclavizar, explotar y asesinar a miles de pueblos y culturas originarias, son “héroes santos”; baluartes de la civilización occidental, apóstoles de Cristo en el “Nuevo Mundo” y grandes alfabetizadores del castellano; la lengua con la que debíamos comunicarnos con Dios.
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En una de las primeras cartas que Cristóbal Colón le escribe a Luis Santángel, escribano y financista de los “Reyes Católicos”, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, fechada el 15 de febrero de 1493, se ilustra muy bien cuál es la verdadera intención del “ilustre” navegante:
“Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y de otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio.”
Se trata de la descripción de los recursos que están a la mano para explotarlos; en otras palabras, se informa sobre el potencial negocio que representa la invasión y ocupación de estos territorios. Colón no descubre a América, pero sí halla una fuente, intacta y casi inagotable, de riqueza.
A partir de 1492, Europa no sólo inventa a América, también crea a la raza. Así nos lo explica el sociólogo Ramón Grosfoguel, cuando analiza dónde se ubica el origen del racismo:
«Contrario al sentido común contemporáneo, el «racismo de color no fue la primera forma del discurso racista. El «racismo religioso» («pueblos con religión» frente a «pueblos sin religión») fue la primera forma de racismo en el sistema-mundo capitalista/patriarcal occidentalocéntrico/cristianocéntrico moderno/colonial. Esta definición de «pueblos sin religión» se acuñó durante todo el siglo XVI en la monarquía castellana. El debate que provocó la conquista de las Américas fue alrededor del tema de si los «pueblos sin religión» encontrados en las Indias Occidentales tienen alma o no tienen alma. Y este debate colonial generó un «efecto bumerán» que redefinió todo el imaginario de dominación de la época. Recordemos que, siendo el latín la lengua de escritura de entonces y estando la autoridad del conocimiento en manos de la Iglesia por medio de la teología cristiana, lo escrito por Colón y por todos los filósofos cristianos del siglo XVI español circuló rápidamente por toda Europa. La categoría de «indio» constituye una nueva invención identitaria que homogeneiza toda una heterogeneidad de identidades a partir de la idea errada de la aristocracia castellana de creerse haber llegado a la India. Ése fue el primer debate racista en la historia mundial y la identidad de «indio» fue la primera identidad moderna. La pregunta sobre si los «indios» tenían alma o no era ya una pregunta racista, que, por entonces, remitía directamente a la pregunta de si eran humanos o animales.» (1)
Al poco tiempo los europeos, imponen el concepto del “negro”, trasladado a las millones de personas esclavizadas, que fueron arrancadas desde África y llevadas encadenadas hasta América. De esta manera el racismo, creatura del colonialismo, marca a las personas como “inferiores” y “superiores”, borra por completo la riqueza de las diversidades y divide al mundo en blancos, amarillos y negros; cada uno con conductas, aptitudes, destrezas, pensamientos, acciones y valores, determinados por su color de piel y el lugar de su procedencia.
Esta ideología, como afirma el historiador Pier Vilar, “…no es más que un caso particular de la desconfianza y el desprecio instintivos que resienten los hombres hacia aquellos que son exteriores a su grupo; racismo y xenofobia se separan tan sólo por matices y grados, y esta última se agudiza únicamente cuando los signos materiales (rasgos físicos, lengua) permiten distinguir mejor los grupos.”
Esta “desconfianza y desprecio”; fundamentan el genocidios de los hispanos en el Abya Yala; el holocausto planificado por los nazis; el segregacionismo en los EE. UU.; la ocupación francesa en Argelia; el régimen del apartheid en Sudáfrica; la guerra entre los Tutsi y los Hutus en Ruanda; las políticas en la Araucanía contra los Mapuches; la creación y expansión del Estado sionista de Israel; la propuesta de la medialuna en Bolivia y recientemente, la reacción de los “comanditos” en Venezuela, tras las elecciones del 28 de julio.
Por último, queda compartir la siguiente reflexión: el racismo es el denominador común entre el colonialismo, capitalismo, el imperialismo y el fascismo y, actualmente, constituye una institución muy rentable, que le da sentido al mundo anglosajón, y tal como lo señala el antropólogo Clyde Kluckhohn: «Aunque el hombre de ciencia no considera digna de confianza la valoración, la sociedad occidental se ha mostrado más que dispuesta a formular juicios inequívocos y duros. La discriminación “racial” es, indudablemente, sólo una parte del problema más general de la discriminación social. Pero el hombre moderno de la Europa Occidental y de los Estados Unidos dice, en realidad: «Si las razas no existen, tenemos que inventarlas.”»
Autor: Alejandro López
Referencias usadas por el autor:
1) GROSFOGUEL, Ramón. De la sociología de la descolonización al nuevo antiimperialismo decolonial, México D.F., Ediciones Akal, 2022, p.195.
2) VILAR, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, Editorial Crítica/Grupo Editorial Grijalbo, p. 152.
3) KLUCKHOHN, Clyde. Antropología, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1999, p.147.