El pasado 5 de julio se realizó la segunda vuelta electoral en la República Islámica de Irán, luego de la repentina muerte del Presidente Ebrahim Raisi y su canciller Hossein Amir Abdollahian, en un accidente aéreo el 19 de mayo de este mismo año.
La muerte del presidente iraní generó, además de dolor en sus más cercanos y quienes le conocían y apoyaban dentro y fuera de su país, una intensa campaña mediática contra el propio presidente fallecido y contra la Revolución Islámica, que permanentemente ha estado en el centro de esa guerra mediática occidental.
Aunque las críticas que desde las potencias occidentales azuzan contra la Revolución Islámica suelen centrarse en asuntos de política interior, es evidentemente la política exterior de Irán la que más les preocupa en este momento de reconfiguración de las relaciones de fuerza mundiales en las que la crisis del mundo unipolar lo está llevando a su fin mucho antes de lo esperado, mientras en el concierto del mundo multipolar emergente, Irán se ubica como una de las principales potencias en términos políticos, científico-tecnológicos y militares.
La política desarrollada por Raisi, explícitamente descolonial y antiimperialista, lo había traído de gira a Nuestra América por los tres países que Estados Unidos denomina “el eje del mal”, es decir, Venezuela, Cuba y Nicaragua, lo que obviamente molestó profundamente a los seguidores de la Doctrina Monroe, que se creen dueños legítimos de todo nuestro continente y ven en cada acción soberana, una amenaza a lo que consideran su “destino manifiesto”. Pero también en África y Asia Occidental, la política del gobierno del presidente Raisi había sido frontal contra los intereses occidentales, pujando además por la unidad del mundo islámico y el acercamiento de Irán a Rusia y China, principales potencias contrahegemónicas en este momento histórico.
Por eso, la muerte de Raisi tuvo amplia cobertura de los medios occidentales. La primera sorpresa para estos medios fue la rápida convocatoria del Ayatolá Jamenei para unas nuevas elecciones presidenciales, a pocas horas del fatal suceso.
Acostumbrados hasta el exceso a su defensa de la democracia liberal como el único modelo válido de democracia, y a descalificar como “dictaduras” a quienes asumen modelos propios, las grandes corporaciones mediáticas convirtieron en titular la pronta convocatoria electoral del Ayatolá, así como el desarrollo mismo de todo el proceso.
El tratamiento de la información sin embargo, no podía ocultar las contradicciones que se generaban entre el cubrimiento de la noticia y su necesidad de sostener el argumento sesgado que han construido contra la Revolución Islámica, sobre todo a partir de la crisis del mundo unipolar que inicia a principios del siglo XXI.
Más aún cuando estos argumentos se contrastan con el sistema estadounidense al que pretenden presentar como paradigma de “la verdadera democracia”, donde la violencia del sistema no solamente se expresa en gran exclusión de la mayoría de su población fundada en una creciente desigualdad económica, la discriminación “racial”, la xenofobia, una inocultable violencia policial y judicial, así como un sistema electoral que ha garantizado la continuidad del bipartidismo desde hace más de dos siglos. Sino que además, como centro de la autocracia imperialista, mantienen al mundo entero en guerra para defender el mundo unipolar que les ha dado el poder de aumentar el robo y control de las riquezas de los pueblos del mundo, eso sí, como bien dijera Bolívar, siempre “en nombre de la libertad” y acompañado por los países europeos, de los cuales una buena parte continúan siendo monarquías de distintos tipos.
Esta violencia también se expresa en la cartelización del discurso mediático con el que sostienen la hegemonía capitalista mundial y mantienen desinformada a la mayoría de la población contra la que también han desatado una guerra cognitiva a través de las nuevas tecnologías de la “comunicación e información”.
Por eso, a la cobertura informativa del proceso que no lograron deslegitimar, ni aun acudiendo reiteradamente a la islamofobia y la banalización de la milenaria cultura persa, se añadían una serie de epítetos nada objetivos para descalificarlo, que lucieron demasiado forzados mientras que simultáneamente parecían no salir de su asombro ante la gran cantidad de candidatos que participaron en la primera vuelta realizada el 28 de junio y su evidente diversidad política.
Un ejemplo de ello es como, aun cuando insistían en la poca importancia que a su juicio tiene el cambio presidencial en Irán mientras subsista la figura del Ayatolá y el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, difundieron un perfilamiento de los candidatos, mantuvieron un seguimiento permanente a todo el desarrollo de los debates, y los resultados de la primera y la segunda vuelta, generando un gran número de titulares sobre el tema, inundando los grandes medios occidentales y sus redes sociales, lo que resulta incompatible con algo considerado de “poca importancia”.
Claro que todos los sesudos análisis políticos en torno a estas elecciones iraníes presentados por los grandes medios, obviaron que este proceso se realiza en medio de un brutal bloqueo económico contra Irán que lo ha obligado a dar duras batallas por su estabilidad económica y a luchar por continuar defendiendo su soberanía desde lo agroalimentario y sosteniendo un desarrollo científico y tecnológico, que también ha impactado positivamente en su desarrollo militar en medio de estas dificultades.
Por supuesto que la inflación y la dura situación económica generada por la presión desatada sobre Irán no solo impacta en la opinión de la juventud y la hace más susceptible a la incidencia del discurso hegemónico contra la Revolución, sino que se convierte en un factor que genera desencanto generalizado de la población por la política y promueve la abstención.
Por eso, mientras celebraron la baja participación de la población votante en la primera vuelta como un triunfo propio, poco dijeron en torno al aumento cercano al 10 % que se generó en la segunda vuelta desarrollada el pasado 5 de julio.
Tras el triunfo otorgado a Masoud Pezeshkian los medios occidentales enfatizan ahora en algunos aspectos de su posición política a la que califican de progresista y en su origen étnico azerí-kurdo que estiman podrán acercar su gestión a las potencias occidentales, restando un importante enemigo al imperialismo que ha cobrado aún más importancia en los últimos meses por su apoyo a la Resistencia Palestina y a todas las expresiones del Eje de la Resistencia contra el genocidio que ejecuta el ocupante sionista en suelo palestino.
Sin embargo, las vocerías estadounidenses se han mostrado poco optimistas al respecto, porque entienden que a pesar de las críticas que el actual presidente iraní hizo a las políticas económicas de los gobiernos anteriores y su compromiso de atacar la inflación y mejorar la situación general con nuevas políticas en esta área, eso no necesariamente implica que Pezeshkian quiera resubordinar a Irán a los intereses imperialistas, como lo estuvo antes de 1979.
Tampoco es muy novedosa la promesa electoral de buscar el modo de retomar el diálogo con occidente sobre el acuerdo nuclear, porque a pesar de la importancia que le dan algunos analistas como una señal de voluntad de acercamiento a Occidente, lo cierto es que Irán siempre expresó su voluntad de volver a dialogar sobre el tema luego de que Donald Trump retirara unilateralmente a su país de este acuerdo en el 2018.
El casi inminente retorno de Trump a la presidencia de los Estados Unidos no da pie a buenos augurios al respecto, pero es de esperar que el nuevo presidente iraní insista en ese importante diálogo pues mientras la hegemonía económica estadounidense siga en pie, todas las medidas coercitivas unilaterales contra los países que se insubordinan a occidente seguirán teniendo fuerte impacto en su población.
También hay que señalar que a pesar de que la agudización de los conflictos interétnicos ha servido al imperialismo en otros países, en Irán las diferencias no han llegado a ser realmente desestabilizadoras, ni siquiera con la población kurda, cuya dirigencia política tristemente ha asumido el papel de aliado de los Estados Unidos e Israel particularmente en Siria e Irak, e incluso algunos kurdos y kurdas pueden verse en las filas de las tropas genocidas israelíes.
En torno al papel de Irán en la geopolítica mundial, el nuevo presidente también ha destacado la importancia de profundizar las relaciones con Rusia y China, cuyos presidentes se cuentan entre los primeros en saludar su triunfo.
Hay que destacar que también durante el debate electoral el actual presidente exaltó la figura del General Soleimani y se comprometió a continuar la agenda internacional de la Revolución Islámica, lo que dista de ser aceptable para la política y la propaganda occidental.
En conclusión, a pesar de los relatos hegemónicos y las constantes operaciones contra la Revolución Islámica, el ejercicio democrático en Irán quedó evidenciado ante la opinión pública mundial y los pronósticos de debilitamiento de la posición geopolítica del gigante islámico lucen derrotados.
Lamentablemente para la injerencia imperialista, los cambios que puedan generarse durante esta nueva gestión presidencial serán las que soberanamente quiera darse el pueblo iraní y esa será otra gran derrota para quienes cada día construyen las líneas editoriales de la guerra mediática contra los pueblos y los gobiernos no subordinados.
Fuente: Huele a azufre / María Fernanda Barreto.
Directora de la Plataforma Comunicacional Huele a Azufre.