Un proverbio africano indica que “la mentira puede correr un año, la verdad la alcanza en un día”. En la cultura occidental se expresa a menudo algo similar, específicamente en contextos bélicos: en una guerra la principal víctima es la verdad.
La confrontación armada entre las disidencias de las FARC y el ELN no se está librando en el Norte de Santander, región del Catatumbo; el principal teatro de operaciones se disputa en los medios y las redes sociales. Lo asombroso de esta coyuntura es que en pocos días se tejió una versión tan burda como peligrosa: Venezuela entró en la confrontación, o al menos la auspició.
Para leer entrevista a Pablo Beltrán, delegado de paz por el ELN: https://hueleaazufre.com/wordpress_a/index.php/2024/04/26/entrevista-exclusiva-con-pablo-beltran-jefe-de-la-delegacion-de-paz-del-eln/
Parece que el cenit de esta teoría de conspiración mal contada llegó este miércoles 22 de enero, cuando medios nacionales e internacionales afirmaron que el ministro de Interior de Venezuela, Diosdado Cabello estaba en la región del Catatumbo en una operación militar contra Colombia.
¿Tan difícil era corroborar que el río Catatumbo nace en Colombia y desemboca en la cuenca del Lago de Maracaibo, y que, por tanto, ambos países toman como referente geográfico y territorial el nombre de este afluente? No, lo importante era mantener la acusación contra Venezuela.
Para leer artículo sobre el proceso de Paz en Colombia: https://hueleaazufre.com/wordpress_a/index.php/2024/05/09/colombia-crisis-total-de-la-paz/
Objetivo 1
Pero, ¿cuáles fueron los señalamientos? Venezuela es santuario de la guerrilla del ELN, cómplice del Comando Central; que en las últimas décadas nuestro país hermano se convirtió en territorio para planificar ataques guerrilleros contra Colombia. Estos días sugirieron y hasta afirmaron que el Gobierno venezolano permitió el traslado de 2 mil guerrilleros elenos desde Arauca hasta el Catatumbo.
No soporta ni el más mínimo escrutinio porque diversas fuentes señalan que el ELN tiene aproximadamente 3 mil combatientes, sin contar sus redes de apoyo. Las matemáticas no cuadran, pero ese es otro tema.
¿Qué se mueve detrás de estas acusaciones? Por un lado, debilitar las relaciones diplomáticas bilaterales y obligar al Gobierno Petro a pronunciarse contra Venezuela, como de hecho lo hizo el canciller saliente Luis Gilberto Murillo ante la sesión del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuando pidió al Gobierno de Maduro evitar el paso de integrantes del ELN por la frontera.
Todos los países vecinos de Colombia han padecido por décadas los estertores de la guerra, las consecuencias del narcotráfico, las olas migratorias producto de la violencia y la desigualdad, sus economías permeadas por el lavado de activos, pero son ellos, en este caso Venezuela, los que deben vigilar sus fronteras.
Parece más bien una acusación indirecta e irresponsable lo de Murillo, precedida un día antes por declaraciones de Petro en las que cuestionó el avance de las tropas del ELN de una región a otra sin que nadie hubiera visto nada. Con unas dos horas de diferencia a las declaraciones del mandatario, el expresidente Álvaro Uribe sentenció vía twitter: “La responsabilidad de la Tiranía de Venezuela en las masacres del Catatumbo”.
Para leer artículo sobre el injerencismo de Estados Unidos en Nuestramérica: https://hueleaazufre.com/wordpress_a/index.php/2025/01/06/la-region-presa-de-estados-unidos/
Venezuela y la invasión al Catatumbo podría ser el titular de toda esta campaña en la que participan tirios y troyanos, inocentes, ignorantes y oportunistas, operadores psicológicos y analistas, medios tradicionales, voceros de la derecha y hasta el propio Gobierno Nacional. Extraña y pasmosa coincidencia para un tema tan delicado.
Objetivo 2: el Eje del Mal
Otra de las tesis planteadas tiene una data de más de 20 años. Es la que más acogida tiene en estos momentos, sobre todo la más manoseada por analistas y medios tradicionales: Venezuela y su gobierno son cómplices de la guerrilla del ELN y utilizan a esta organización para influir en Colombia.
Vayamos por pasos. Con la implementación del Plan Colombia (1991), y posteriormente con el inicio de la “guerra contra el terrorismo” (septiembre de 2001), Colombia se embarcó en una nueva coyuntura de guerra internacional liderada por Estados Unidos, lo cual implicó distanciarse de su vecino y hermano histórico y acusarlo de toda clase de tropelías.
El objetivo principal del Plan Colombia no fue luchar contra las drogas. Era más bien un tridente de objetivos: modernizar las fuerzas militares y policiales colombianas para acabar con las guerrillas, auspiciando también el crecimiento del paramilitarismo; destruir el tejido social para evitar cualquier resistencia cívica ante un Estado que no reconocía la divergencia ni las luchas populares, y se entregaba servil a proyectos extractivos de toda índole. Venezuela era el tercer objetivo de este tridente. Esto quedó muy claro cuando el senador republicano de Estados Unidos y primer ponente del Plan Colombia, Paul Coverdale aseguró en 1998 que “para controlar a Venezuela es necesario ocupar militarmente a Colombia”.
Desde entonces, y más con la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia (1999), Venezuela entró formalmente al Eje del Mal. Lo que hoy repiten analistas en los medios se decía sin mayor rubor a principios de la década de 2000: Venezuela era santuario de las FARC-EP o de las guerrillas, el “narcogobierno del chavismo conspira contra Colombia”.
Dos décadas después la lógica de esta campaña es la misma, solo cambian sus actores. El viejo demonio de las FARC-EP quedó semisepultado con la firma del Acuerdo de 2016, el nuevo demonio —y binomio— lo encarnan el gobierno de Nicolás Maduro y la guerrilla del ELN.
Realidad invertida
Solo los hechos desbaratan toda esta teoría que se ha ventilado los últimos días. Al contrario de lo que irresponsablemente se afirma en torno a Venezuela y su supuesta complicidad con las guerrillas, Colombia se convirtió en el epicentro de la conspiración contra nuestro vecino.
Como explicábamos con anterioridad, el Plan Colombia y la lucha contra el terrorismo marcó un antes y un después en las relaciones bilaterales. No solo desde lo mediático y discursivo se acusó, atacó y descalificó a Venezuela, en especial desde el denominado uribato (Uribe-Santos-Duque). Cinco hechos demuestran que el victimario ha sido otro:
Operación Daktari (2004), cerco diplomático (2019), Operación Gedeón (2020), denuncia de las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada de Santa Marta (ACSN) y revelaciones de Salvatore Mancuso (2024).
La Operación Daktari es el nombre de una operación militar que pretendía derrocar al gobierno de Hugo Chávez. Descubierta el 9 de mayo de 2004, contó con la participación de más de 100 paramilitares colombianos que ingresaron por la frontera del Táchira.
En el cerco diplomático contra Venezuela participó activamente el gobierno de Iván Duque. De diplomático tenía el nombre. Primero por el fracasado concierto por la paz organizado en Cúcuta, ya que éste fue utilizado para intentar ingresar de manera forzada y violenta un grupo de manifestantes opositores por el Puente Internacional Anastasio Girardot.
El otro hecho tiene que ver con la planificación y despliegue desde Colombia hacia Venezuela de la Operación Gedeón, en la cual participaron ex militares venezolanos y tres mercenarios gringos, con conocimiento y amparo de las autoridades colombianas.
El ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, por su parte, reveló el año pasado que en la década de 2000 las AUC fueron contactadas por sectores económicos y políticos de Venezuela para pedir apoyo y darle un golpe militar al gobierno de Chávez.
En julio pasado, las ACSN comunicaron a través de un vídeo en su red social de twitter que sectores políticos de Venezuela los contactaron para pedirles apoyo en la ejecución de planes de saboteo contra la infraestructura venezolana en pleno contexto electoral.
Se pueden citar otros casos, pero la idea es constatar con estos que del discurso a los hechos Colombia ha sido responsable, por omisión o acción, de planes que se han tejido para desestabilizar a Venezuela y no al contrario, como hoy se insiste de manera vehemente.
Garante de la paz
Se pretende ocultar que desde la década de 1990 Venezuela se convirtió en país clave para los procesos de paz que el Estado colombiano ha adelantado con las guerrillas. Este punto es interesante porque el presidente Petro, que hasta hoy ha guardado silencio en torno a las acusaciones contra Venezuela por la crisis del Catatumbo, sabe muy bien el rol protagónico que jugó el gobierno de Carlos Andrés Pérez durante las negociaciones con el M-19, y ha contado con el apoyo irrestricto del mandatario venezolano para los actuales procesos.
Toda la década de 1990 fue de apoyo sin condiciones de Venezuela a los procesos de paz o diálogos exploratorios entre las guerrillas y los gobiernos colombianos (Gaviria, Samper, Pastrana). El presidente Hugo Chávez, entendiendo la importancia e impacto de la guerra de Colombia en la frontera venezolana y la paz de la región, continuó con esa política de respaldo irrestricto a los procesos de paz durante los gobiernos de Uribe y Santos.
No ha sido distinto durante los gobiernos de Nicolás Maduro, y esto hizo posible la continuidad de las negociaciones con el ELN y la instalación de la mesa el año pasado con una de las disidencias de las FARC, la Segunda Marquetalia.
A pesar de la perfidia y también por ella, con declaraciones de Uribe de por medio llamando a una intervención militar, el gobierno venezolano se ha mantenido al margen de la guerra fake y la guerra de micrófonos en torno a la crisis del Catatumbo.
De manera solidaria, en cambio, desplegó toda su capacidad institucional en la región Sur del Lago de Maracaibo (occidente venezolano) para recibir y atender a las familias y comunidades desplazadas por la cruenta confrontación que libran el ELN y las disidencias.
Hace bien el Gobierno de Maduro en ignorar toda esa sucia campaña que tiene dos objetivos claros: sabotear las relaciones bilaterales y vulnerar la soberanía de Venezuela con acusaciones malintencionadas.
Intereses inconfesables alimentan las acusaciones, porque debilitando la imagen del país vecino, socavando su soberanía, entra en juego una disputa geoestratégica que va más allá de la confrontación ELN-Disidencias: el interés por el control geográfico de una región que se conecta con el occidente venezolano con importantes reservas de carbón, petróleo liviano, gas y una conexión directa y privilegiada con el Mar Caribe.