China es sin dudas el actor geopolítico más importante del mundo contemporáneo. Su crecimiento económico sostenido en las últimas décadas, sus dimensiones poblacionales y culturales, su política internacional, basada en el respeto a la soberanía de las naciones y la no intromisión en sus asuntos internos, le han ganado un papel preponderante en el escenario político, en detrimento de los viejos poderes europeos y los Estados Unidos.
Síntomas claros de su relevancia se pueden ver en el ámbito comercial. Actualmente el país es el segundo socio comercial de la Unión Europea, solo por detrás de Estados Unidos y el mayor socio comercial de África por quince años consecutivos.
Para leer sobre la política de reforma y apertura en China: Exclusivo. La política de reforma y apertura en China. Inicio de la transformación estratégica – (hueleaazufre.com)
En América Latina, según los datos de la Administración de Aduanas de la República Popular China, el comercio del gigante asiático con los países de la región ascendió a la extraordinaria cifra de más de 480 mil millones de dólares solo en 2023. Según la CEPAL, actualmente China es el principal socio comercial para los países de América del Sur, donde se encuentran gigantes como Brasil y el segundo para América Latina y el Caribe.
Para leer la proyección de crecimiento para América Latina, según la Cepal: Comunicado Economías de América Latina y el Caribe crecerán 2,1% en 2024, en un contexto de incertidumbre a nivel global | Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal.org)
También China ha demostrado su peso político en procesos como la guerra en curso en Ucrania, el acuerdo entre Arabia Saudita e Irán, dos países que arrastran una histórica enemistad y el reciente acuerdo alcanzado en Pekín entre todas las fracciones de la resistencia palestina.
Estos logros a nivel internacional, se complementan con los indicadores económicos a nivel interno. Uno de ellos resulta particularmente interesante, por lo que dice del modelo social de desarrollo seguido por el país. Es el referente a la reducción de la pobreza. El popular influencer de izquierda Diego Ruzzarin ha repetido en varias oportunidades, no sin razón, que el instrumento político que más gente ha sacado de la pobreza en el siglo XXI es el Partido Comunista Chino. Los números así lo avalan.
De unos 770 millones de ciudadanos en pobreza extrema en 1978, el país logró reducir este número hasta 82 millones en 2013 y apenas 6 millones en 2019, lo cual el propio Banco Mundial, entidad para nada pro China, calificó como un ritmo “sin precedentes en la historia”. Para 2020 el gobierno declaró definitivamente eliminada la pobreza extrema del país.
“Esta lucha contra la pobreza también estuvo signada por un cambio en el carácter de la población china. De ser una población predominantemente rural, con apenas un 17,9 % de residentes en las ciudades hasta un 60 % de población urbana en 2019”
Para lograr esta proeza el Partido movilizó a más de tres millones de militantes por todo el vasto territorio del país, los cuales, no pocas veces al costo de sus vidas, contribuyeron a una mejor comprensión de la situación y a la mayor efectividad de la tarea. No solo se elevó el poder adquisitivo de los trabajadores en las zonas más pobres, sino que en ocasiones se reubicaron comunidades en zonas con un mejor desempeño económico y más oportunidades.
Esta lucha contra la pobreza también estuvo signada por un cambio en el carácter de la población china. De ser una población predominantemente rural, con apenas un 17,9 % de residentes en las ciudades hasta un 60 % de población urbana en 2019. Esto permitió una mayor industrialización del país, pero también elevó el nivel de vida de muchos trabajadores acorde con los estándares urbanos.
In less than the space of a single lifetime, China has gone from industrializing to leading the world in technology, science, and engineering.#China pic.twitter.com/9gMsYogzdf
— Jason Smith – 上官杰文 (@ShangguanJiewen) August 2, 2024
La reducción de la pobreza también apuntaba y apunta a resolver grietas sociales que se generaron como resultado del período de apertura y reforma de los ‘80, donde la veloz y no siempre adecuadamente planificada industrialización del país generó importantes brechas entre la ciudad y el campo, provocó el despoblamiento de zonas por el éxodo de personas y el debilitamiento de las estructuras del gobierno y el partido a nivel local y su vínculo con las bases. También se deterioraron servicios básicos como la salud y la educación, que inciden directamente en la calidad de vida de los ciudadanos.
El desarrollo sostenido del país durante las últimas décadas ha sido uno de los factores fundamentales que han posibilitado el éxito del Programa de Reducción Selectiva de la Pobreza Extrema, lanzado por el gobierno en el 2013 como parte del esfuerzo colectivo por combatir este flagelo. El programa contempla una más equitativa redistribución de los recursos y la respuesta multifactorial a un problema que es percibido como multifactorial.
Sin embargo, a pesar del éxito alcanzado, subsisten importantes retos. El desarrollo de las últimas décadas también ha traído consigo un considerable aumento de la desigualdad y la concentración de la riqueza, lo cual ha elevado de forma significativa el coeficiente Gini, que es el que mide la desigualdad en una sociedad determinada.
El desigual desarrollo de las diferentes regiones de China, así como el aumento en los niveles de consumo que genera una población de más de mil millones de habitantes con un poder adquisitivo creciente, son también factores que inciden en el proceso y determinan su ritmo.
#China rechaza la acusación de la #OTAN sobre su supuesto apoyo a #Rusia en el conflicto con #Ucrania, e insta al bloque militar a no sembrar “caos” en Asia.
Nota completa: https://t.co/JTPDe9Aj92 pic.twitter.com/aIZx3p55Vd
— HispanTV (@Nexo_Latino) July 12, 2024
Las tensiones internas del modelo de desarrollo socialista chino resultan fundamentales para calibrar la naturaleza del nuevo orden geopolítico que emergerá. Si bien el presidente Xi ha mostrado una férrea voluntad de ir corrigiendo un conjunto de distorsiones acumuladas en el modelo de desarrollo nacional, sigue vigente el reto de controlar las fuerzas del capitalismo y ponerlo al servicio del desarrollo de un proyecto nacional y socialista, donde la justicia social y la redistribución de la riqueza juegan un papel central. Y hacerlo de tal modo que estas relaciones económicas y formas de pensamiento no penetren y permeen importantes espacios de decisión política del país.
O sea, preservando al Partido Comunista Chino, el más grande e importante del mundo actual, como una herramienta al servicio de la causa proletaria y no como un mero administrador del próspero capitalismo nacional. Los recursos y la voluntad política empeñados en la reducción de la pobreza constituyen indicadores en la dirección correcta.
A escala internacional, China está enfrascada desde hace años en una guerra comercial con Estados Unidos que, si bien se las ha arreglado para sortear con éxito, no deja de tener un impacto en la economía del país, así como la crisis económica y la desaceleración comercial del mundo post-pandemia.
Para garantizar su hegemonía, China tendrá, necesariamente, que modificar la arquitectura geopolítica del mundo actual, hija de la geopolítica del siglo XX y de los intereses de la principal potencia vencedora en la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos. La pugna por el denominado Nuevo Orden Mundial está planteada esencialmente entre la reconfiguración de la hegemonía norteamericana y, por extensión, del Occidente colectivo o la de los nuevos actores que están ya en la disputa activa por el predominio.