El 28 de julio, Maduro deberá revalidar su liderazgo y su potencialidad revolucionaria para transformar y generar cambios urgentes.
La oposición derechista se divide entre quienes van a las elecciones y los que siguen apostando por la salida violenta. Constituyen el salto al vacío.
El neofascismo, con apoyo del Departamento de Estado gringo, ataca y prosigue con su narrativa del caos y planificando acciones violentas.
Por el clima de época, por las amenazas de la derecha recalcitrante venezolana, por el avance del neofascismo, por el cuadro geopolítico y geoeconómico, y por las urgencias actuales, la elección presidencial del 28 de julio (28J) se presenta en términos de todo o nada, de triunfo de una propuesta revolucionaria o de retroceso parejo de los derechos sociales, laborales, políticos, económicos y culturales.
Está en juego el proyecto para el buen vivir. “Voy jugando a Rosalinda”, dijo entre sueños rotos el poeta Ernesto Luis Rodríguez.
La ruta electoral comenzó su desarrollo con la inscripción de los candidatos, etapa que finalizó el 25 de marzo.
La disputa cruza lo geopolítico. Venezuela está cerca de ingresar a los BRICS, un polo de poder en crecimiento. El plan de Estados Unidos de cerrarle el paso a Nicolás Maduro va en la dirección de impedir que ese polo se consolide. Fue lo que ocurrió con el triunfo de Milei, quien lo primero que hizo fue su alineamiento con el imperialismo y la no inclusión de Argentina en los BRICS, que estaba prevista para el 1 de enero de este año.
Llegó la hora del trance electoral que tensa las fuerzas. El Departamento de Estado declara, amenaza y continúa con más cerco, bloqueo y medidas agresivas unilaterales. Algunos curas y religiosos pierden los papeles y en los medios y redes se refuerzan las noticias falsas y las campañas premeditadas en favor del miedo y de la rabia, contra el país y sus instituciones y leyes.
Con votos. El desafío electoral
En la presidencial del 28J, Nicolás Maduro deberá revalidar su liderazgo y su potencialidad revolucionaria o capacidad para en el futuro inmediato conducir y transformar, generar los cambios que estamos esperando.
Pero no es Maduro solo. Esa es, principalmente, una responsabilidad del chavismo, de las fuerzas bolivarianas, de las organizaciones y movimientos sociales y de la izquierda. Pensar con grandeza, ir de la intención a los hechos, aceptar que hay políticas erradas y proponerse con urgencia corregirlas y superarlas. Ganar las elecciones y avanzar con las transformaciones.
El chavismo reúne un conjunto de fortalezas, que no se pueden olvidar en el tráfago de las urgencias. Es un proyecto con arraigo venezolano. Mantiene la unidad. Tiene temple y disposición para luchar. Ha sabido superar el bloqueo y las sanciones. Tiene la impronta de Chávez. Sabe dar las batallas. Va renovándose. Tiene por delante el desafío de interpretar este momento y saber avanzar, desde las catacumbas, las calles y el entramado digital.
La oposición derechista se divide entre quienes van a las elecciones y los que siguen apostando por la salida violenta. Además del presidente Maduro, se inscribieron 12 candidatos de oposición.
Las dos opciones (tarjetas) de la ultraderecha: Un Nuevo Tiempo (UNT) y la Mesa de la Unidad (MUD), inscribieron candidatos casi al cierre de la fecha permitida, Manuel Rosales y Edmundo González. Sin embargo, la división y la camorra siguen. María Corina Machado insiste en violentar el proceso electoral y desconocer la ley. Tiene un partido —Vente Venezuela— que no tiene registro legal ni electoral. En síntesis, la división y la grieta lucen insalvables en los predios derechistas.
La ultraderecha, con apoyo del Departamento de Estado gringo, ha ensayado guarimbas, autoproclamó a Guaidó como supuesto interino, es cómplice del robo de los bienes de Venezuela en el extranjero, trajo la operación Gedeón; es cómplice de intentos de asesinato del presidente Maduro, pide más bloqueo y sanciones, calla ante el robo de barcos y aviones venezolanos y hace alarde de la narrativa de la desdicha que estimula la migración. Todo en módicas cuotas.
Para seguir venciendo
A pesar de que los ataques contra Venezuela no dan respiro, la tendencia al cambio social y político prevalece. En cada proceso ha sabido superar el discurso de odio, las provocaciones, incluso las trabas y calamidades que traen el bloqueo y las sanciones.
Cabe la advertencia de que son elecciones, todo o nada. El 28J no será la excepción.
La historia reciente lo confirma. En 2018, Maduro obtuvo el 67.8 % de los votos emitidos. El sector opositor se jugó la carta abstencionista para deslegitimar el proceso. No lo logró, aunque la abstención llegó a 54 %.
En 2013, la polarización prevaleció. Maduro (50.61) le ganó a Capriles (49.12). En 2012, Chávez (55 %) barrió con Capriles (44 %). Antes en 2006, Chávez (62.8 %) demolió a Rosales (36.9 %).
Esta vez no será la excepción y el tiempo vuela para explicar lo justo y necesario, lo valioso de tener patria, soberanía, educación y salud públicas, orgullo y amor propio.
El neofascismo
La elección presidencial se presenta en medio de un clima complejo y saturado de peligros. El triunfo de Milei, en Argentina, reveló el avance de la derecha neofascista, lo cual se suma a lo que ocurre en Brasil, con Bolsonaro; a las políticas antipopulares y agresivas del gobierno de Ecuador, y a la presencia de una derecha colombiana ligada al paramilitarismo y cipaya de las políticas gringas en la región.
A ese cuadro se suma lo que ocurre en Europa con las victorias de la ultraderecha en Italia, el avance en España, por vía del Partido Popular y VOX, en Alemania y el papel neoconservador de Macron.
En un mundo sobrecargado de amenazas, la guerra se muestra con cruel impunidad en el genocidio sionista contra los palestinos y en el conflicto Rusia-Ucrania.
Están en desarrollo diversas expresiones del capitalismo salvaje, que enarbola distopías, desigualdades y la eliminación de derechos conquistados.
¿Cómo es que la ultraderecha negacionista puede avanzar y conseguir votos? Para Miguel Urbán, ante los malestares, inseguridades y profundos miedos, la extrema derecha propone alternativas y seguridades. “Si nosotros somos incapaces de imaginar el futuro, la propuesta de la extrema derecha es regresar al pasado del capitalismo sin frenos. ¿Cuál es el lema de Trump en la campaña de las presidenciales? Volver a hacer grande otra vez a América (make América great again). Esto no va de razón sino de pasión”.
El imaginario de la justicia social que se ha ido sembrando y recogiendo, quiere ser borrado y eliminado de un tajo en Venezuela, como sucede en países vecinos.
Para leer el artículo de Miguel Urbán al que hace referenci el autor
Lo estratégico: sumar y convencer
La elección presidencial es un conflicto definitivo y estratégico. El ganador se lo lleva todo. El que pierde posterga sus posibilidades inmediatas. De allí la centralidad de este evento.
Es clave moverse con conocimiento y dominio de la comunicación política, y distinguir entre la comunicación que suma y convence de la propaganda superflua.
Sumar para crear el bloque histórico que genera poder y convencer para avanzar en lo que realmente importa: crear contrahegemonía o contracultura. No conformarse con los caminos del capitalismo depredador.
Es estratégico reinventar el discurso. Abandonar los discursos preestablecidos, sobre el país que somos, los conflictos actuales y el horizonte que tenemos por delante, entendiendo que son indispensables el diálogo y el debate, como parte de una sociedad crítica.
Levantar alternativas, empezando por hacerlo por y para la comunidad y las organizaciones comunales. En tal sentido, fomentar la creación de colectivos para dar forma y avanzar con proyectos comunes. Trabajar juntos por objetivos compartidos.
Es estratégico asumir que es tiempo de remedios. De proponer soluciones y no conformarse o quedarse en las lamentaciones. Como consecuencia de las medidas coercitivas y el bloqueo contra Venezuela se han multiplicado los dolores y queremos saber de remedios.
Lo que está en juego
La elección presidencial corresponde en esta fecha, pero la derecha financiada por Estados Unidos pretende imponer el relato de que “es una conquista al régimen”. Igualmente insiste en desconocer la Constitución y las leyes, y levantar una candidata inhabilitada, protagonista de acciones violentas. Invaden las pantallas de medios y redes con el relato de que “Maduro pierde o hay fraude electoral”.
Esta derecha, financiada por las corporaciones, quiere llevarnos a un salto al vacío, acabar con los derechos, mercantilizar la vida y regresarnos a la condición de patio trasero.
Está en juego recuperar la economía, conseguir salarios dignos, la independencia plena y la paz, la seguridad y la integridad territorial. Estamos en juego nosotros y nosotras.