Exclusivo. El acoso

En su magistral novela corta El acoso, Alejo Carpentier nos lleva a seguir las peripecias de un hombre perseguido por sus enemigos políticos. Un pulso entre la voluntad de supervivencia del acosado y la voluntad persecutoria de los acosadores. Aunque escrita para describir otra Cuba, la novela, con esa virtud de la literatura, sirve también como metáfora para describir la implacable persecución política, simbólica y mediática a la cual ha sido sometido el proyecto de la Revolución cubana.

Recientemente, el domingo 17 de marzo, varias protestas se dieron en la isla. Fueron protestas locales, concentradas fundamentalmente en el Oriente del país, zona históricamente más pobre y más golpeada por las crisis. Las protestas fueron manejadas mediante el diálogo por las autoridades territoriales y en ningún momento se apeló a la violencia por parte de las fuerzas policiales presentes en los hechos.

Aunque de una escala menor, estas protestas sirvieron para poner en movimiento la maquinaria mediática buscando magnificar los hechos que ocurrían en el país y forzar, mediante la presión política y simbólica, una mayor situación de conflicto en el país.

Desde la oleada de “influencers”, en su mayor parte radicados en Miami, Estados Unidos, cuyos contenidos están fundamentalmente dirigidos a cubanos dentro y fuera del país, pasando por el ecosistema de medios al servicio de la contrarrevolución y los grandes medios de la derecha, ansiosos por usar cualquier noticia en contra de Cuba. Varios políticos norteamericanos también se pronunciaron al respecto y, para mayor sorpresa, dos impresentables de la ultraderecha suramericana también dirigieron un mensaje al pueblo de Cuba, los caballeros Leopoldo López y Álvaro Uribe.

López es solicitado por las autoridades venezolanas por cargos de terrorismo, relacionados con las actividades violentas que alentó en su país en el pasado reciente y que costaron la vida a decenas de venezolanos y venezolanas, sin contar el daño a la economía del país que su condición de agente al servicio de los intereses norteamericanos ha provocado. Uribe, por su parte, está profundamente asociado a las estructuras narcocriminales de su país y durante su gobierno floreció la violencia paramilitar y los denominados “falsos positivos”.

Esos dos “campeones de todo lo bueno y lo justo”, fueron los que dirigieron una arenga al pueblo cubano alentándolo a permanecer en las calles y en contra del comunismo, “suma de todos los males”. Su discurso, para nada ingenioso, fue un momento más de lo que está sistemáticamente en la agenda mediática cada vez que se da la oportunidad de atacar a Cuba.

Conviene detenerse entonces en algunas aristas de esta estrategia de acoso permanente, sobre todo la que se ha venido configurando luego de las protestas del 11 de julio de 2021 en la isla, mucho más numerosas que anteriores manifestaciones en el país.

“En el famoso memorándum de Lester Mallory de 1960, este comienza reconociendo el inmenso apoyo popular que tiene la Revolución. Por eso el principal objetivo del bloqueo y la política de asfixia financiera es erosionar ese apoyo mediante el empeoramiento de la calidad de vida de la gente.”

El pueblo en la calle

La Revolución cubana, desde sus inicios, ha sido un hecho popular masivo. Las calles han sido tomados periódicamente por los revolucionarios, como garantía de continuidad de un proyecto de soberanía y justicia social que es de todos y todas.

Por eso, con la irrupción el 11 de julio en las calles de un sujeto contrarrevolucionario, o al menos no revolucionario, el foco de atención permanente de la agenda contra el proyecto se movió para darle prioridad a mostrar la gente protestando en el espacio público. Se busca crear un estado de opinión propicio al estallido popular en el país y crear la falsa idea de que todos los días, todo el tiempo, la gente está saliendo a la calle a protestar.

Ahora, la protesta social en sí es algo común, que ocurre en numerosos países todos los días. La ciudadanía reacciona por diversas razones, en defensa de sus derechos o en protesta por la situación económica y política. Sin embargo estas protestas que en otras partes pueden ser usadas como una nota folklórica, en Cuba son siempre, para esta estructura de acoso mediático, símbolos del fracaso del modelo.

El pueblo en la calle es útil para declarar la pérdida de apoyo del proyecto. Esto tiene que ver con un viejo objetivo de la política estadounidense hacia la isla. En el famoso memorándum de Lester Mallory de 1960, este comienza reconociendo el inmenso apoyo popular que tiene la Revolución. Por eso el principal objetivo del bloqueo y la política de asfixia financiera es erosionar ese apoyo mediante el empeoramiento de la calidad de vida de la gente.

Otro elemento, que ya pertenece a los sueños más húmedos de la contrarrevolución y la CIA, es lograr que esa presencia popular en la calle se prolongue. El 11 de julio de 2021 se dio un estallido breve, más psicológico y como reacción a las difíciles condiciones del encierro pandémico, y donde predominó la protesta sin fines políticos claros, dándose una confluencia de reclamos materiales de amplios sectores con las consignas y el discurso político de algunos actores, politizados hacia la derecha y conectados con el proyecto de subversión y desmontaje de la Revolución.

Esa heterogeneidad y falta de fines claros, determinó su corta duración, menos de 48 horas. Pero la contrarrevolución y la agenda de golpe blando defendida por parte de ella y los poderes que la apoyan necesitan protestas que se prolonguen en el tiempo, que fuercen a la policía a actuar, que, con un poco de suerte, produzcan al menos un muerto que pueda ser usado como combustible para que, finalmente, arda todo.

Para forzar esto, financian individuos que pertenecen a ese sector móvil y sumamente complejo de cualquier sociedad que los clásicos del marxismo denominaban como lumpemproletariado. Individuos humildes, desclasados, con una escala de valores precaria y propensión al dinero fácil y a fuentes irregulares de empleo. Por unos dólares esos individuos apedrearán, apuñalarán, quemarán, en fin, lo que sea necesario para ir subiendo de volumen la protesta.

“La mentira también sirve para el asesinato simbólico de los dirigentes y otras figuras públicas de la Revolución. El objetivo es caricaturizarlos, disminuirlos, para quebrar cualquier empatía o legitimidad que puedan tener.”

La mentira como estrategia

Para lograr un clima de inestabilidad, uno de los recursos más ampliamente usados es la mentira. Desde anuncios de falsos alzamientos populares en importantes ciudades del país, hasta aquellas que pueden apelar a la “duda razonable” y sirven para sembrar la sospecha entre el pueblo y la dirección política de la Revolución.

El objetivo es fracturar el consenso tanto como sea posible y sustituirlo por el programa puramente negativo de la contrarrevolución, que niega todo lo existente, apela al regreso al pasado y no hace más que promesas vagas de “democracia” y “prosperidad” sin explicar nunca con nitidez cómo planean alcanzarlas ni que entienden por estos términos.

La mentira es sumamente útil por el hecho de que es más fácil sostenerla que desmontarla. Lo cual le imprime a las capacidades comunicativas de la Revolución una tensión adicional. Si se vuelcan a desmentir estarán dentro de la estela mediática trazada por la contrarrevolución y esto les supondrá un desgaste significativo.

La mentira también sirve para el asesinato simbólico de los dirigentes y otras figuras públicas de la Revolución. El objetivo es caricaturizarlos, disminuirlos, para quebrar cualquier empatía o legitimidad que puedan tener.

Y cuando emerge un posible hecho real de corrupción o desvío de la línea política y ética de la Revolución, como el reciente caso del exministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, este se usa para darle veracidad a todas las otras afirmaciones que se habían sostenido. Con una lógica de silogismo, se sostiene: si este es corrupto, y todas las personas que dirigen en Cuba son iguales, eso significa que todas y todos son corruptos. La maquinaria amplifica esta lectura reduccionista y se usa para continuar acosando sin piedad al perseguido.

Para leer sobre la política del gobierno cubano contra la corrupción

El Bloqueo no existe

Otro elemento común en esta estrategia es el desconocimiento del Bloqueo. Cuando se hace el recuento de los males que el “comunismo” ha traído para Cuba, por lo general se obvia el principal obstáculo con el cual ha debido lidiar la economía cubana durante más de sesenta años o se minimiza. No importa que la ONU lo vote masivamente todos los años, para esta narrativa el Bloqueo no existe, es una excusa y el problema de Cuba es su régimen político.

Este es un mantra que repiten regularmente “analistas”, “políticos”, e “influencers” en todos los espacios. Un mantra cuyo principal valor no es la verdad, sino su simplista efectividad para construir una narrativa que esté a tono con sus intereses y que sea fácil de aprender y repetir. Si hacemos abstracción del Bloqueo y los números de su impacto, qué nos queda: una isla que no funciona porque su sistema político no funciona, porque el “comunismo” es empobrecedor, Milei dixit.

Al final, esta respuesta enlatada, sirve ante todo para el ataque. Pero cualquier audiencia mínimamente crítica, la puede someter a crisis con facilidad. Basta mirar algunos de los indicadores sociales que, aún hoy, tiene la isla y ver los principales índices de pobreza global, situados en países que han abrazado el capitalismo como fórmula salvadora.

Al final, como todos los acosados, Cuba no puede esperar un juicio justo de sus acosadores. Las condiciones en la isla son difíciles. Juega un papel fundamental el Bloqueo, pero también ineficiencias y corrupciones internas. La constante presión ideológica por las redes, los medios, la política, genera tensiones adicionales y no siempre las decisiones políticas internas han sabido resolver y manejar los conflictos de la mejor manera. La agenda solapada del anexionismo encuentra dentro y fuera, voceros que la aúpan.

Nos toca a las y los cubanos discernir en medio de la complejidad el mejor camino. Aquel que garantice una mayor justicia social para todas y todos y preserve intacta la soberanía nacional, sin negar y olvidar por un segundo el acumulado histórico, que es la base de todo lo logrado y que dota a nuestro país y nuestras instituciones de un carácter diferente.

La construcción permanente de un proyecto donde el ser humano encuentre su realización plena y donde la libertad no sea la de explotar al semejante, sino la de construir un espacio colectivo más digno y justo. Una Cuba donde, siguiendo la lapidaria sentencia de Fidel, conquistemos toda la justicia.

Autor: José Ernesto Nováez Guerrero

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